Fin de año en Ecuador, entre la creatividad y las tradiciones populares
La esencia y emoción de la tradición es que la persona elabore el monigote y cada que lo rellene diga “esto malo se va de mí
Al llegar Fin de año, la tradición ecuatoriana dicta que todo lo malo se va a media noche dentro de un muñeco, el cual simboliza el año que queda atrás. Hablo de los famosos monigotes o años viejos que están elaborados de diferentes materiales como papel o cartón y que su elaboración depende de artesanos que planifican sus diseños con un año de anticipación.
Según el Ministerio de turismo de Ecuador, la tradición de quemar un año viejo nace en Guayaquil durante 1895 cuando la peste amarilla amenazó a los habitantes de la ciudad. Por medidas de seguridad, las familias debían armar un muñeco con la ropa de las víctimas y quemarlo para ahuyentar a la peste. Por lo tanto, al ser la ciudad porteña el lugar donde se presume inició todo, no es sorpresa que sea la sede de la Ruta de los gigantes, en la que se exhiben monigotes dignos de admirar y son verdaderas esculturas. En esto coincide Eulalia flores, artista plástica y dueña de Caras y caretas, quien concluyó que: “Es algo admirable lo que realiza las personas de Guayaquil, siendo un artista renombrado eso costaría millones”.
La familia
Eulalia Flores es parte de una familia de artesanos quienes dirigen un taller de confección de máscaras, el cual arrancó gracias a su padre, Alejandro Flores, más como un placer que como negocio. Flores me comenta que su padre les relataba historias de lo mucho que disfrutaba disfrazarse y, a partir de ello, empezó a elaborar las máscaras usando goma de zambo con papeles para moldear caras de monstruos. Después tuvo la idea de venderlas.
El gusto por elaborar máscaras traspasó generaciones, pues Eulalia continuó con el negocio junto con su esposo y sus cuatro hijos. Actualmente, Caras y caretas fabrica máscaras personalizadas y monigotes que van desde los 16 USD hasta 50 USD.
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Crear tradición
Todo empieza en enero. Durante este mes la familia Zambrano-Flores elige los personajes y máscaras a fabricar e invierten en materiales. Aun así, en el transcurso del año siguen extrayendo ideas con base en acontecimientos notables o figuras que destaquen por algo. Flores incluso afirma que trabajan un día antes por si se presenta un evento relevante y cuando llega el 31 de diciembre venden aquello en lo que han trabajado todo el año, después llega enero y el proceso se repite. Los diseños de las caretas varían según el año y los deseos de las personas, pero nunca faltarán los payasos, brujas y viejos.
Este año en específico abundan los monigotes que representan al COVID-19 y series contemporáneas como El juego del calamar y La casa de papel.
Lo que distingue a los años viejos de Caras y caretas son sus materiales. Ellos se inclinan por ofertar un producto de mayor calidad con monigotes pintados con laca automotriz en vez de pintura a base de agua, esto con el fin de que los personajes resistan las condiciones ambientales.
Hacer monigotes, una tradición en cambio
Según Flores, la esencia y emoción de la tradición es que la persona elabore el monigote y cada que lo rellene diga “esto malo se va de mí”, por lo que, al quemarlo es como quemar todo lo malo del año. Asimismo, aquello que era típico en esta época eran los concursos entre los barrios tradicionales de Cuenca, donde se reunían para construir un año viejo, se cerraban calles y realizaban fiestas. Sin embargo, esto ha cambiado con el tiempo.
El aumento de la población y las diversas ocupaciones limitan a las personas a comprar monigotes ya hechos, lo cual no está mal, pero se pierde un poco la esencia de la fiesta. En cuanto a los concursos barriales, aún se mantienen, pero al recorrer la ciudad son cada vez menos. En este sentido, Flores resalta la responsabilidad de las autoridades en mantener las tradiciones ya sea al fomentar espacios o con flexibilidad en las leyes.
Redacción: Catalina Serrano.
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